Pues si, primer domingo de faena en nuestra casa.
Los pintores ya están en marcha, trabajan bien y parece que nos van a quedar unas paredes estupendas. En cuanto terminen ya colgaremos fotos con el antes y el después que prometen tener su miga. Vamos ya al día de hoy. Hemos hecho el primer viaje de cosas, desde nuestro piso alquilado al de nuestra propiedad. Algunas plantas y una mesita de terraza. Y al dejarlas en su nueva ubicación nos hemos dado cuenta de que estaba hecha un desastre. En cuanto a intimidad es un cero. La calle es estrecha y los vecinos son los de barrio de toda la vida: curiosos por naturaleza. No sólo eso, sino que nos han dado su bienvenida particular. A parte de espiar cualquiera de nuestros movimientos, ya nos han dejado un par de recaditos. La vecina de la izquierda nos ha invitado a cerrar una persiana para que ella pueda abrir la suya y no ha obtenido la respuesta que esperaba, sólo faltaba! Y la vecina del segundo nos ha acusado de inundarle la cocina de agua. Por suerte, hemos podido demostrar que somos los menos culpables de la comunidad. Y eso el primer día. En fin, bendita sociedad.
Con estos antecedentes hemos resuelto que lo mejor será aislar la terraza de miradas ajenas. Lo primero ha sido arreglar el cañizo, maltrecho por otra parte. Lo siguiente asear las preciosas plantas que nos han dejado los antiguos propietarios, porque se ve que llevaban una temporadita algo descuidadas. Y por último, Beato Padre ha puesto cemento en las juntas de entrada al piso desde la terraza, por donde se colaban agua y muchos de los problemas de humedad que hay. Un artista, mi padre, del cual seguiremos contando sus obras y milagros!
Con todo el tinglado se ha hecho la hora de comer y nos hemos tenido que marchar. Pero muy contentos de ya habernos puesto en faena. No os perdáis el próximo capítulo...
Los pintores ya están en marcha, trabajan bien y parece que nos van a quedar unas paredes estupendas. En cuanto terminen ya colgaremos fotos con el antes y el después que prometen tener su miga. Vamos ya al día de hoy. Hemos hecho el primer viaje de cosas, desde nuestro piso alquilado al de nuestra propiedad. Algunas plantas y una mesita de terraza. Y al dejarlas en su nueva ubicación nos hemos dado cuenta de que estaba hecha un desastre. En cuanto a intimidad es un cero. La calle es estrecha y los vecinos son los de barrio de toda la vida: curiosos por naturaleza. No sólo eso, sino que nos han dado su bienvenida particular. A parte de espiar cualquiera de nuestros movimientos, ya nos han dejado un par de recaditos. La vecina de la izquierda nos ha invitado a cerrar una persiana para que ella pueda abrir la suya y no ha obtenido la respuesta que esperaba, sólo faltaba! Y la vecina del segundo nos ha acusado de inundarle la cocina de agua. Por suerte, hemos podido demostrar que somos los menos culpables de la comunidad. Y eso el primer día. En fin, bendita sociedad.
Con estos antecedentes hemos resuelto que lo mejor será aislar la terraza de miradas ajenas. Lo primero ha sido arreglar el cañizo, maltrecho por otra parte. Lo siguiente asear las preciosas plantas que nos han dejado los antiguos propietarios, porque se ve que llevaban una temporadita algo descuidadas. Y por último, Beato Padre ha puesto cemento en las juntas de entrada al piso desde la terraza, por donde se colaban agua y muchos de los problemas de humedad que hay. Un artista, mi padre, del cual seguiremos contando sus obras y milagros!
Con todo el tinglado se ha hecho la hora de comer y nos hemos tenido que marchar. Pero muy contentos de ya habernos puesto en faena. No os perdáis el próximo capítulo...
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